Contribuir en el bienestar de la 3ª Edad
- gleznatalia8
- 13 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 16 jul

Actualmente, con el estilo de vida que llevamos las generaciones anteriores, con las prisas del día a día, los ritmos acelerados en los que nos encontramos, resulta fundamental pararnos un segundo a reflexionar y empatizar en cómo se pueden sentir los adultos mayores de nuestro entorno, y cómo nosotros podemos contribuir en su bienestar.
Ponernos en su lugar nos ayuda a entenderlos. Observarles sin juicio, viendo de lo difícil que puede llegar a esa etapa sin estar preparado emocionalmente para ello.
Una manera en la que los familiares podemos ayudarles es dejarles espacio para que tomen sus propias decisiones, no ocupar su rol, permanecer en el lugar que nos corresponde. Así ellos sienten que siguen siendo los que gestionan su vida, y esto influye en cómo viven la vejez y en el papel que ocupan dentro de la familia, grupo de amigos, su entorno más cercano, la sociedad, etc.
Puede que el cuerpo haya cambiado, que las capacidades no sean las mismas, lo cual no quiere decir que corresponda infantilizarlos. Simplemente, es una etapa más del ciclo vital de un ser humano que, con el paso del tiempo, se han hechos mayores; dentro de ellos sigue viviendo un adulto responsable que ha ido tomando decisiones a lo largo de su vida, con aciertos, con errores y con el correspondiente aprendizaje que conlleva.
En común que, en algunas ocasiones, le ocultemos información, que escondamos los problemas, o las enfermedades, que tomemos decisiones por ellos creyendo que es lo mejor, que les aconsejemos cómo deben vivir su propia vida, o que intervengamos en las dificultades que se les presentan. Pensamos que haciendo esto les estamos haciendo un bien.
Con la mejor de las intenciones podemos creer que es una forma de cuidarlos y protegerlos, pero negarles la realidad los hace más dependientes, se le resta fuerza a su poder de decisión y de acción. Se van convirtiendo en niños, los roles en la familia se intercambian y esto dificulta la calidad en los vínculos cercanos, lo que puede conllevar a sentimientos de inseguridad, confusión, frustración, tristeza...
Que una persona atraviese cambios físicos en el cuerpo por el paso natural del tiempo no quiere decir que su capacidad para decidir y su madurez interna se vea afectada por ello.
En definitiva, fomentar la paciencia, la empatía, la autonomía, la sinceridad para con ellos, que dentro de una familia cada uno pueda ocupar el lugar que le corresponde, son cuestiones que contribuyen de forma positiva en esa etapa tan importante en la vida de una persona. Todo esto sin perder de vista que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de su propio bienestar, que depende, en gran medida, de nosotros mismos mejorar nuestra calidad de vida, identificar lo que nos beneficia, lo que no, y asumir la tarea de sentirnos satisfechos con la vida tal y cómo decidamos vivirla, asumiendo que el proceso no siempre es lineal.


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